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.El coronel se sintió contagiado de un humor sombrío.-Qué te pasa.-Nada -dijo la mujer.Él tuvo la impresión de que esta vez le había correspondido a ella el turno dementir.Trató de consolarla.Pero la mujer insistió.-No es nada raro -dijo-.Estoy pensando que el muerto va a tener dos meses ytodavía no he dado el pésame.Así que fue a darlo esa noche.El coronel la acompañó a la casa del muerto y luegose dirigió al salón de cine atraído por la música de los altavoces.Sentado a la puertade su despacho el padre Ángel vigilaba el ingreso para saber quiénes asistían alespectáculo a pesar de sus doce advertencias.Los chorros de luz, la música estridentey los gritos de los niños oponían una resistencia física en el sector.Uno de los niñosamenazó al coronel con una escopeta de palo.-Qué hay del gallo, coronel -dijo con voz autoritaria.El coronel levantó las manos.Ahí está el gallo.Un cartel a cuatro tintas ocupaba enteramente la fachada del salón: «Virgen demedianoche».Era una mujer en traje de baile con una pierna descubierta hasta elmuslo.El coronel siguió vagando por los alrededores hasta cuando estallaron truenos yrelámpagos remotos.Entonces volvió por su mujer.No estaba en la casa del muerto.Tampoco en la suya.El coronel calculó que faltabamuy poco para el toque de queda, pero el reloj estaba parado.Esperó, sintiendoavanzar la tempestad hacia el pueblo.Se disponía a salir de nuevo cuando su mujerentró a la casa.Llevó el gallo al dormitorio.Ella se cambió la ropa y fue a tomar agua en la sala en elmomento en que el coronel terminaba de dar cuerda al reloj y esperaba el toque de queda paraponer la hora.-¿Dónde estabas? -preguntó el coronel.«Por ahí», respondió la mujer.Puso el vaso en el tinajero sin mirar a su marido yvolvió al dormitorio.«Nadie creía que fuera a llover tan temprano.» El coronel no hizoningún comentario.Cuando sonó el toque de queda puso el reloj en las once, cerró elvidrio y colocó la silla en su puesto.Encontró a su mujer rezando el rosario.-No me has contestado una pregunta -dijo el coronel.28 El coronel no tiene quien le escribaGabriel García Márquez-Cuál.-¿Dónde estabas?-Me quedé hablando por ahí -dijo ella-.Hacía tanto tiempo que no salía a la calle.El coronel colgó la hamaca.Cerró la casa y fumigó la habitación.Luego puso lalámpara en el suelo y se acostó.-Te comprendo -dijo tristemente-.Lo peor de la mala situación es que lo obliga auno a decir mentiras.Ella exhaló un largo suspiro.-Estaba donde el padre Ángel -dijo-.Fui a solicitarle un préstamo sobre los anillosde matrimonio.-¿Y qué te dijo?-Que es pecado negociar con las cosas sagradas.Siguió hablando desde el mosquitero.«Hace dos días traté de vender el reloj», dijo.«A nadie le interesa porque están vendiendo a plazos unos relojes modernos connúmeros luminosos.Se puede ver la hora en la oscuridad.» El coronel comprobó quecuarenta años de vida común, de hambre común, de sufrimientos comunes, no lehabían bastado para conocer a su esposa.Sintió que algo había envejecido también enel amor.-Tampoco quieren el cuadro -dijo ella-.Casi todo el mundo tiene el mismo.Estuvehasta donde los turcos.El coronel se encontró amargo.-De manera que ahora todo el mundo sabe que nos estamos muriendo de hambre.-Estoy cansada -dijo la mujer-.Los hombres no se dan cuenta de los problemas dela casa.Varias veces he puesto a hervir piedras para que los vecinos no sepan quetenemos muchos días de no poner la olla.El coronel se sintió ofendido.-Eso es una verdadera humillación -dijo.La mujer abandonó el mosquitero y se dirigió a la hamaca.«Estoy dispuesta aacabar con los remilgos y las contemplaciones en esta casa», dijo.Su voz empezó aoscurecerse de cólera.«Estoy hasta la coronilla de resignación y dignidad.»El coronel no movió un músculo.-Veinte años esperando los pajaritos de colores que te prometieron después de cadaelección y de todo eso nos queda un hijo -prosiguió ella-.Nada más que un hijomuerto.El coronel estaba acostumbrado a esa clase de recriminaciones.-Cumplimos con nuestro deber -dijo.Y ellos cumplieron con ganarse mil pesos mensuales en el senado durante veinteaños -replicó la mujer- [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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